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Conversaciones: Franco Fasoli

Publicado por el 24/07/2019 en Entrevistas

 

Hay pocas cosas que nos hagan tan humanos como esa predisposición a luchar constantemente contra nuestra parte animal. Soltarse y sucumbir a nuestros impulsos primordiales, escaparse o batallar contra ellos. Lo humano y lo animal, que se arraigan y conviven en nuestro espíritu, no nos dejan olvidar cuáles son nuestros orígenes y cuál es nuestra naturaleza. Pocos artistas consiguen representar esa faceta del comportamiento humano, y los aspectos íntimos más vitales y enérgicos de nuestra alma, de una forma tan interesante como lo hace Franco Fasoli. En sus obras, el cuerpo animal y el humano se funden y confunden, generando luchas que son, a su vez, danzas. Sus trabajos no son simples piezas de arte. Son cuentos y metáforas de las contradicciones que inundan las sociedades sudamericanas, de sus rituales y de su aparentemente perenne inestabilidad. Sus personajes son las máscaras de la sociedad argentina –su país– y de sus batallas, en las que el artista esconde y encapsula sus batallas personales.

En su trayectoria, densa conceptual y experimentalmente, hay una constante: interpretar esa intención subjetivista que traspasa nuestros tiempos de lado a lado. Un sujeto contemporáneo abierto, que se cuestiona incesantemente. Al que no interesa tanto encontrar respuestas definitivas, como cuestionar el cuestionamiento y a sí mismo. Un enfoque al sujeto que impulsa fácilmente hacia otra banda, y que de pronto nos hace caer en un tema cercano y muy actual: el de la identidad. Fasoli se pregunta entonces cómo se conforma la identidad en su dimensión individual y colectiva, y si existe realmente un modo estable de sentirse parte de un colectivo, o si se trata de algo que se realiza en permanente cambio y, por lo tanto, en permanente conflicto. A la vez, investiga la tensión entre la cultura dominante global y las sub-culturas como espacios de resistencia.

Fasoli es Argentino. Nace en Buenos Aires en 1981 en una familia de artistas plásticos y músicos. A final de los 90 empieza a utilizar la calle como lienzo, bajo la firma de Jaz. Estudia en la Escuela Nacional de Cerámica y luego en el Teatro Colón en Buenos Aires, donde trabaja durante 10 años como responsable de escenografía. Escenógrafo, escultor, pintor, collagista, muralista; su estilo no para de evolucionar gracias a sus constantes ganas de explorar con materiales y escalas.

Nosotros hemos hablado con el artista argentino ahora que está a punto de publicar su primer libro, Público/Privado. 10 años de la carrera del artista Franco Fasoli’. Una recopilación de su carrera artística desde dos perspectivas (el ámbito público y su trabajo de estudio), que hasta el 31 de Julio se puede reservar aquí, en la web de Ink and Movement, a precio reducido y con la opción de llevarte una obra del artista: una serigrafía, una escultura o un original.

 

 

¡Hola Franco! Para empezar por algún lado: ¿Cuándo y cómo comenzaste a pintar en la calle?

La fecha me la sé de memoria: fue el 1 de Febrero de 1999, en la Ciudad de Campana, Argentina, con mis amigos de esa ciudad en la que había vivido durante varios años cuando era chico. Eran todos skaters y una noche salimos a la calle a escribir lo primero que se nos ocurrió, o sea SKATECITY. No había otra intención que la adrenalina de algo que no conocíamos.

 

También sabemos que estudiaste cerámica y luego escenografía en el Teatro Colón de BA. Supongo que tus estudios tradicionales han influenciado de alguna forma tu práctica urbana.

Sí, totalmente. En un principio, la cerámica y, sobre todo la escenografía, me acompañaron en el proceso de búsqueda de un lenguaje propio. La gran escala del teatro, la versatilidad para utilizar recursos… todo en ese momento me ayudó a poder encarar el espacio público, al menos de manera formal, ya con muchas herramientas. Luego profundicé con artistas que para mí fueron mis maestros, los cuales muchas veces me ayudaron a abrir los ojos, a expandir el terreno de lo que consideraba arte, a pensar y repensar la función de la pintura mural, de los contextos, de encontrar una voz propia, y muchas cosas más.

 

¿Podemos decir que tu entorno también ha influido en tu obra? Por ejemplo: el fileteado. Fuiste uno de los que exploraron el fileteado con la idea de introducir ese estilo en sus piezas.

No tengo duda de que, desde siempre, el entorno influenció mi trabajo y mi forma de ser. Siempre intenté ser permeable a todos los contextos, tanto el que considero propio (Argentina) como otros distantes y diferentes. Nunca me costó vincularme con otras sociedades, porque lo que desconozco siempre generó en mí mucha curiosidad, y todo eso fue haciendo que fuera muy nómada durante varios años.

El fileteado y ciertas reminiscencias a mi ciudad fueron un recurso formal que adopté en un periodo previo a la gran explosión de los viajes y murales, e incluso previo a pensar mi obra desde una mirada más relacionada con el arte y no tanto con el graffiti. Se trató de incluir e incorporar algo sumamente local, como el fileteado, a los graffitis que hacía. Y supongo que esa fue la primera aproximación a hablar de un contexto o de una identidad que consideraba más cercana.

 

 

¿Y la elección de los materiales? ¿También esa se une a tu voluntad de crear un vínculo identitario con tu ciudad?

Pues sí. Los materiales vinieron de la mano con la intención de vincular mi trabajo con el contexto, y viceversa. Y también de la idea de romper con los cánones del graffiti que tan herméticos se volvían. Empecé con el uso de materiales comunes o de ferretería, para luego pasar a los materiales que me ofrecía el mismo contexto de la pared que decidía pintar, como tierra, carbón, ladrillo, etc. Esta obsesión por usar los recursos que tuviera a mano se fue trasladando –de manera cada vez más incipiente– a mi trabajo de estudio, algo que en esos años todavía me era relativamente nuevo, o por lo menos no había profundizado tanto.

 

Hablando más concretamente sobre el tema de la identidad, individual y colectiva: es una cuestión muy actual, que desde siempre ha pertenecido a los países latinos. Creo que hasta muchos murales de Rivera se realizaron según la perspectiva de construir la identidad de México.

El tema de la búsqueda de una identidad es algo que está desde siempre en la cultura de Buenos Aires. El carácter tan mixto, ese aire de ciudad superada, de la grandeza que fue y no fue, el aislamiento geográfico de los grandes centros de poder. Creo que fueron esos los factores que colaboraron con esta idea de definir una identidad. En mi caso, esa intencionalidad fue surgiendo con los reiterados viajes al exterior, y con la perspectiva que estos me daban para poder filtrar la mirada hacia mi propia ciudad, y reconocer al mismo tiempo esas cosas que conforman un lenguaje propio y colectivo. Esta idea fue evolucionando y tomando diferentes caminos. Cuando los viajes se prolongaron, y pasé de ser visitante a extranjero, esa perspectiva cambió incluso más. El perder esas identidades propias y adoptar nuevas; el regresar a la ciudad de uno y comprimir los años en fracciones de tiempo; son muchas cosas que en esos años fueron apareciendo por mi cabeza y busqué traducirlas de diferentes formas en mi obra.

 

Eso. Viajar y vivir en diferentes lugares nos permite observar nuestras tradiciones desde diferentes perspectivas, como si a una dislocación física correspondiera una dislocación perceptivo-cognitiva y, de alguna forma, un cambio de los propios paradigmas. ¿Tú crees que hoy en día realmente se puede hablar de una identidad individual?

Cada día pongo más en duda la idea de una identidad propia. Creo que si has conocido otros lugares, todos te han influenciado de alguna manera. Cada persona con la que te cruzas puede ser un potencial maestro, y ofrecer miradas desde todos los ángulos a esa identidad que uno cree propia. Con esto quiero decir que no creo que en mi trabajo se hayan aclarado cosas, sino todo lo contrario: antes, para mí la idea de construir una identidad a través de elementos de la cultura, de la tradición, etc era más sencillo, pero desde que la cuestión de las identidades aparentemente impuestas se ha ido poniendo en duda, todo ese andamiaje se fue desarmando. Construir una identidad ya no pasa por agarrarse de recursos externos y, muchas veces meramente formales, sino de trabajar o pensar desde la propia experiencia, sin buscar una forma reconocible.

 

 

Las luchas presentes en tu trabajo son otro reflejo de la sociedad argentina. Y de sus permanentes conflictos. Pensando en eso me viene a la mente algo que se lee en El Gatopardo: “Que todo cambie para que todo siga igual”. Descontextualizando, ¿crees que esos conflictos generan cambios efectivos o, de alguna forma, son una herramienta para que todo siga igual?

Yo siento que debo moverme, que tengo que cambiar constantemente. Me gusta la idea de haber vivido muchas vidas en una sola, y que todo va a seguir igual.

 

Ya te lo habrán preguntado muchas veces. ¿Qué es lo más te atrae de los animales?

En su momento me sirvieron como recurso para poder trabajar ciertos temas en la vía publica, donde el espectador no es necesariamente conocedor del arte y tampoco tiene por qué ser obligado a convivir con una imagen impuesta que, más que aportar, muchas veces resta.

 

Otro elemento que suele ser parte de tu lenguaje es la Tigrada. Pero algunos confunden su imagen con la lucha libre mexicana.

A la gente en general le conviene vincularme con la lucha libre porque es mas fácil de entender.

 

¿Cómo realizas tus esculturas?

Depende de la obra que tenga en mente o el contexto en el que va a ser vista. Las materialidades no se limitan a los murales, también en la escultura el jugar con las densidades y calidades es algo que me interesa mucho, mucho.

 

 

Volviendo a la elección de los materiales: una de las intenciones que une a la gran mayoría de los artistas es querer realizar una obra que persista en el tiempo. Al contrario, tú sueles utilizar material que hace que tu obra tenga un carácter efímero.

Sí. Lo efímero me interesa como concepto que claramente me viene de la época del graffiti. Hay algo del enorme esfuerzo y pretensión puesto en algo que luego inevitablemente va a desaparecer. Pienso que todo va a desaparecer al final, y yo simplemente acelero ese tiempo. También hay mucha obra que la concibo para que perdure un largo período de tiempo. En mí, una cosa no quita la otra, pero sí que, a mayor tamaño o mayor esfuerzo, mi intención de que eso desaparezca es una forma de contrarrestar el acto súper pretencioso de generar obra descomunal con una vida corta.

 

A la hora de realizar el libro, ¿cuáles han sido las dificultades?

Muchísimas. Es la primera vez que encaro algo de este tipo. Claramente, no sabía nada ni dónde me estaba metiendo. La idea siempre fue tratar de ser independiente a la hora de la edición. Tuve mucha ayuda de gente espectacular que sabe muchísimo más que yo en cada campo, como los diseñadores Lamas Burgariotti, o los textos junto a Belen Coluccio, la ayuda en la producción Iam, la generosidad de Diana Aisemberg y Elian Chali. A nivel práctico, la recolección de 10 años de fotografías fue todo un desafío. En esta década cambió completamente la manera de registrar mi trabajo y creo que eso fue de lo más díficil.

 

Hablando en general del arte urbano, su boom se podría relacionar con el boom de las redes sociales, en particular de Instagram.

Sin duda. Además, a la hora de revertir la intencionalidad del street art y capitalizarla para grandes eventos, algunos jugadores han tenido la habilidad de promover métodos de gentrificación, publicidad, y todo lo que se suponía que debía estar en contra del street art. Así que hoy en día me da hasta un poco de cosa hablar de street art.

 

 

Por lo visto, en las redes y también en muchos eventos, a esos artistas se le da mucha visibilidad, pero lamentablemente no les otorga valor suficiente.

Sin duda, pero creo que en gran parte también es culpa de muchos artistas por no dejarse permear por el gran abanico del arte y saber vincularse mas allá del espectáculo o de una faceta comercial. Claro que hay muchísimos caminos sobre cómo se puede ser artista, pero la masiva que logró el arte urbano no es la que más me interesa. Creo que hay muchísimos artistas que vienen del graffiti o del arte urbano que están haciendo un trabajo muy bueno, y que no suelen ser los más visibles.

 

Pero ¿no crees que haría falta sostenerlos para que se realicen más y más publicaciones?

Publicaciones, charlas, debates, críticas, etc.

 

Una peculiaridad sobre el libro: está divido en dos partes. El ámbito público de Jaz y el trabajo de estudio de Fasoli. ¿Cómo hablaría Jaz de la parte de Fasoli, y Fasoli describiría la de Jaz?

Jaz le agradece mucho a Fasoli, y Fasoli le pide a Jaz que sea más paciente.

 

 

A lo largo de estos años, ¿cómo has visto evolucionar lo que se define como ‘muralismo contemporáneo’?

A nivel personal creo que fue algo muy bueno. Tanto yo, como muchos otros, hemos podido desarrollar trabajos que hace unos años ni nos imaginábamos. Hemos podido vivir de esto, viajar y todo lo demás. Ahora, hablando específicamente de la escena, yo creo que la saturación del medio le juega muy en contra porque lo termina aislando en su propia burbuja. Los fines detrás de este boom muchas veces son opuestos a los que nos planteábamos cuando todo esto comenzó. No me parece que esté mal, personalmente siento que perdí interés en la discusión que planteaba la movida hace unos años o la forma de vincularse con los espacios.

 

Y, en tu opinión, ¿cuál será su futuro?

Todo lo que pensaba que podía pasar fue muchas veces al revés, así que no me arriesgaría a predecir nada más.

 

En estos años, ¿has seguido algún criterio a la hora de elegir los proyectos en los que has participado?

En mi caso el criterio muchas veces fue por el interés que me generaba conocer nuevos lugares.

 

 

¿Qué fue lo más peculiar que te pasó pintando?

Quitando de lado algunos episodios típicos de situaciones con la policía, etc, también me han leído las manos, me han roto la nariz de un puñetazo, he festejado mi cumpleaños…

Si los animales pudieran pintar, ¿cómo piensas que representarían a los humanos?

Muchos de ellos nos pintarían como ídolos. Otros como fuerza de trabajo y muchos como presas.

 

Y, para concluir: ¿algo que nunca te preguntaron y de lo que te gustaría hablar?

Los algoritmos nos están destruyendo.

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