Daniel Chalmeta y sus diez momentos del 2024.
Mucha gente coincide con la idea de que 2024 ha sido un año muy movido, lleno de altibajos y donde se han cerrado ciclos. Para mí, en cambio, ha sido un año de hacer más de lo que me hace feliz. De hecho, el Top 10 de este año ha estado lleno de momentos increíbles, pero todos ellos han tenido un denominador común: que en todas estas ocasiones la vida me ha pillado por el mundo, diciendo que sí a todo y no dejándome nada por hacer. Así pues, ahí va un año lleno de aventuras, de celebraciones y de tener el corazón contento.
1. Bali en el momento adecuado
Aunque pueda sonar algo cliché y ahora la gente vaya a Bali como quien va a Zara, creo que hay ciertos viajes que nos cambian de alguna forma – para bien, claro. En junio, tenía que asistir a la boda de unos amigos en Bali, así que aproveché el momento y tomé las vacaciones de todo el año para irme un mes y medio en una especie de pseudo-solo trip. Asistí a la boda en el norte de la isla, surfeé hasta hartarme en Uluwatu, me apunté a clases de meditación de todo tipo en Ubud (hice hasta una de 7 dimensiones, no me preguntéis qué hice porque todavía no lo sé), y pasé tiempo de calidad con nuevos y viejos amigos que viven allí todo el año (agradecimiento infinito a Fer, Claudia, Marc, Sole, Aina y todo el Bali group)
Mi día –ojo a esto– se resumía simplemente en levantarme por la mañana cuando mi cuerpo me lo pedía, tomar café leyendo libros al sol durante horas, açaí bowls de todo tipo, paseos, mucho ejercicio, masajes y ver los atardeceres más bonitos de mi vida cada tarde. Como tengo el tipo de personalidad de un golden retriever, no tardé en conocer a gente local que me llevó de aventuras, me mostró un Bali nada turístico y recorrimos la isla en moto. Y ahora, cuando pienso en ello, sonrío.
2. Sydney y Bangkok
Cuando mi Bali trip llegaba a su fin, también lo hacía mi vuelta al Sol personal. Y a mí cumplir años no me pone de buen humor. Así que tomé un vuelo de Indonesia a Australia y me planté por sorpresa en Sídney para ver a mis amigos, y celebrar mi cumpleaños con ellos. Sentir que cumples años en el lugar más alejado del mundo, en la antípoda, te hace creer que no cuenta. Que ese día es de prueba y sigues teniendo la misma edad.
Me recibieron Laura y Matt, ambos australianos que vivían antes en Londres y eran parte de mi grupo de amigos. Ahora tienen dos hijos y viven una vida tranquila en Sídney. También aproveché el viaje para recorrer toda la ciudad, visitar a mis compis de Instagram Australia, y echar unos bailes.
La vuelta a Madrid son 24 horas, escalas aparte. Así que paré en medio: Bangkok y me quedé unos días visitando más amigos, paseando por aquí y por allá, ingiriendo más boba tea del que mi cuerpo podía asumir y bebiendo Picantes en Soho House con la excusa de que hacía mucho calor y humedad. Y yo tenía que hidratarme. Con mezcal.
3. Bodas y más bodas
De los 30 a los 40 hay que reconocer que todo se vuelve una constante de bodas y bautizos. Salvo para aquellos que nos resistimos, claro, y que no celebramos ni una cosa ni la otra pero sí la felicidad ajena como si fuese propia – eso siempre.
Mis highlights van para una boda en el Reino Unido, en Liphook (uno de esos pueblos que hasta a Google Maps le cuesta encontrar y donde ni siquiera llega el tren). Mi amigo Diederik, holandés, y mi otra amiga Sara, británica, se casaron en una boda muy al estilo tradicional inglés. Fue como una reunión de amigos de la universidad en un castillo muy bucólico, lleno de verde y de centenares de ovejas.
Mi otra boda favorita fue la de mi amigo Wickel en Bali. Conocí a Wickel cuando vivía en Nueva york, allá por el 2016, y nos hicimos amigos ipso facto. Me encanta Wickel porque no sonríe apenas, tiene cara de enfadado todo el tiempo, la voz más grave que conozco y es más grande que un toro. Y a mí me gusta la gente así, distinta. Wickel se casó con David en un sitio increíble, conocí a mucha gente nueva, nos quedamos en unas cabañas en Tabanan delante de la playa y fue una boda muy emotiva. También lloramos todos, incluso Wickel, que nunca llora.
4. Mucho cine
Este año me planteé hacer más de lo que me gustaba en el trabajo. Siempre amé el cine, tanto lo que hay delante como lo que hay detrás. Y descubrí a mi mejor partner in crime para hacerlo: Netflix. No solo porque son un equipo increíble e innovador, sino porque desarrollamos juntos un partnership Netflix-Instagram estelar que me ha llevado a hacer cosas súper divertidas con ellos. Moderé una mesa redonda con Enzo Vogrincic y otros dos actores de “La Sociedad de la Nieve”. También lo hice para la premiere de “Respira”, con Manu Ríos, Blanca Suárez y su director. En septiembre, nos fuimos a San Sebastián para asistir al festival de cine donde montamos un fiestón para la premiere de “El Hoyo 2”. Ah, y también llevamos a más de 100 creadores de contenido a jugar a “Los Juegos del Calamar” in real life. Muy loco todo.
5. Introspección en Lisboa
Mi gran desconocida. Por alguna razón, siempre la he pasado por alto a la hora de organizar viajes o hacer planes. En marzo, me fui de jueves a domingo a Lisboa a cambiar un poco de aires, después de una mala semana donde, entre otras cosas, me quemé en el trabajo, se me inundó la casa y me disloqué el hombro haciendo crossfit.
Como siempre, no organicé nada y pillé un Airbnb en Barrio Alto nada más aterrizar (a los que os guste planificar, no viajéis conmigo lol). Y aquí empezó un slow weekend en mayúsculas, aunque con muchas cuestas. Me pasé todas las mañanas en cafeterías súper cool comiendo croissants a la plancha, de paseo por mercados en la calle, tardes leyendo al sol en el Mirador de São Pedro Alcãntara, unos bailes descalzo en Casa Reîa, en Costa de Caparica y charlas y más copas con amigos en Vago por las noches (¡ojo al lineup de DJs que tiene este bar!).
Y por cierto, este año quiero volver a hacer el mismo plan de nuevo.
6. Marrakech
En noviembre, mis amigos Liam, Leila y Florence organizaron un summit para creativos en Marrakech. Cualquier cosa que organicen ellos es sinónimo de buen gusto y estímulo mental – así que no pude encontrar ninguna razón para no ir.
Agregaron un grupo enorme de gente súper diferente en Marruecos. Cada uno tenía una historia diferente que contar y estaba allí por alguna razón. Organizaron charlas súper interesantes, asistimos a cenas, conciertos, fiestas y pasamos el día en una granja en medio del desierto.
También tuve tiempo para pasear por Marrakech y desconectar un poco. Además, me quede un Riad en la Medina y me trajo tanta paz que me olvidé hasta en el día en la semana en el que estábamos. Y la verdad es que creo que ha sido uno de los mejores viajes que he hecho este año, de esos en los que te vas con el corazón lleno.
7. Nueva York
Nunca me ha gustado Halloween. De hecho, odio las themed parties. Lo que sí que me gusta es que sea festivo el día 1, así que este año mi amigo Miguel y yo nos fuimos a NYC a visitar a nuestro otro amigo Felipe y pasar una semana por allá. Felipe se mudó desde San Francisco, y era una ocasión perfecta para hacerlo.
Siempre guardo muy buenos recuerdos de cuando viví en NYC y, pese a que la ciudad haya cambiado bastante, hay muchos sitios y esquinas que me siguen evocando un montón de recuerdos. Pero también Nueva York es sinónimo de mi otra mitad, de una de mis mejores amigas: Sophie – de la cual hablé en otro Top 10 hace unos años. Paseamos mucho por Brooklyn, brindamos en terrazas, me reí hasta que me dolió la tripa y quemamos los findes en Circoloco y viendo a Honey Dijon en House of Nation, la cual puedo asegurar que fue una de las mejores sesiones a las que he asistido.
8. Un año divertido en el trabajo
Desde Instagram este año hemos hecho un montón de partnerships donde lo he pasado en grande. Organizamos una cena con Selena Gomez para la premiere de Emilia Pérez en el Festival de Cannes, un pre-festival pool party en Primavera Sound en el Motel, un press junket para la premiere de Dune 2 en París con Zendaya, Timothée Chalamet y el resto del equipo y hasta la premiere de House of the Dragons 2, también en París, con HBO.
En mayo también nos fuimos de offsite todo mi equipo a San Francisco, y conocí por primera vez las oficinas de Silicon Valley en Menlo Park.
9. Ámsterdam
Creo que he hablado de mi amiga Cristina en alguna que otra ocasión. Con ella tengo una relación algo peculiar: me comunico con ella a través de puntos o guiones. A veces, un punto y coma si hace tiempo que no hablamos. Ella sabe qué quiero decirle y yo sé qué quiere decirme. No necesito explicar nada más: ni yo tengo tiempo, ni lo tiene ella.
En abril publicó su libro «Papá ya sé escribir» y me pidió que se lo presentase – a lo cual evidentemente accedí porque me hacía mucha ilusión subirme a un escenario a meterme con ella delante de 100 personas. Le prometí que, si todo iba bien, iríamos a Ámsterdam a celebrarlo. ¿Pero por qué Ámsterdam? Pues mira, no lo sé. Con Cristina siento que he de ir a sitios donde ocurren cosas, y así hicimos.
Para nuestra «suerte», tampoco sabíamos que era el fin de semana en el que se celebraba «Kings Day», y debido a ese pequeño detalle, de ese fin de semana puedo destacar que necesité dos meses para recuperarme.
10. Pero también echar el freno
De esto ya he hablado en otras ocasiones, pero no deja de ser un work in progress que intento mejorar año tras año. Viene siendo un echar el freno cuando el cuerpo te lo pide. Este año lo he conseguido en varias ocasiones, y he dedicado más tiempo para mí – algo que antes rara vez hacía, y me pasaba el año viviendo en piloto automático con unos niveles de estrés constantes.
He vuelto a meditar, a leer, a escribir mucho más y a pasar más tiempo conmigo mismo. Recuerdo en especial un finde en el que me fui a Valencia con Patricia y mi amiga Dalila en abril: el único objetivo era sentarnos en silencio a leer frente al mar, echarnos siestas de las que no sabes dónde estás al despertar, comer y pasear por la playa. Como también vino mi tía Teresa, y le encantan los planes místicos, se le ocurrió hacer un ritual para abrir caminos en el que casi incendiamos la casa. Todavía encuentro cenizas cuando voy a la casa de la playa.
–
Como todos los años, si has llegado hasta aquí, gracias por leer y por quedarte hasta el final. Mi propósito es volver a hacer, una vez más, que el año valga la pena: sonreír con ganas, viajar sin agendas, reír mucho y bailar hasta tarde. Y, sobre todo, no podemos olvidar algo que dice Bad Bunny en Baile Inolvidable y es que «mientras se está vivo, uno debe amar lo más que pueda».
Feliz entrada al año.