Del Oso y el Madroño a C. Tangana: Así es la identidad visual de Madrid

*flàneur: persona que pasea sin rumbo por las calles de las grandes ciudades en deliberado contraste con la actividad apresurada y decidida de la multitud.

En los primeros paseos después del confinamiento aquel de 2020, que ya casi se asimila a una nebulosa, me reencontré con aquel Madrid impaciente que ansiaba retomar su acelerado ritmo y su ajetreo propio de capital.

En aquellos meses de atrás caí en que se puede echar de menos un espacio físico al igual que se echa de menos a una persona. La ciudad, al fin y al cabo, es un acompañante y testigo constante de todo lo que vivimos.

No podemos obviar el espacio en el que nos movemos ni que nos resulte indiferente. La forma, por excelencia, de conocer una ciudad es el paseo.

El ciudadano que decide pasear, el llamado flâneur*, vagabundea y callejea por la ciudad para conocer el espacio. Este término resume un poco la relación de conocimiento y acercamiento que puede tener un individuo respecto a la ciudad que habita.

El individuo o sujeto pasea, conoce y asimila infinitos estímulos, signos, lugares y símbolos de la ciudad, para después, decodificar estos elementos y crear una imagen mental de la propia ciudad en su cabeza.

Desde luego, es vital entender que esta imagen es completamente subjetiva dependiendo de cada uno y, por supuesto, fragmentada, puesto que cada individuo rescatará aquellos resquicios que aparezcan en sus vivencias, en los barrios que transite y en la elección de su percepción.

Hay infinitas imágenes mentales de Madrid,
hay infinitos Madriles.

¿Y dónde ponemos los ojos cuando miramos la ciudad? ¿Qué recordamos de
lo observado? ¿En qué pilares nos sustentamos para crear una imagen mental de Madrid?

Al pensar y re-pensar en Madrid se crean en mi cabeza distintos y variados relatos y narraciones que nacen de las experiencias vividas en la propia ciudad, de los lugares que se habitan, del cine, de las fotografías, de los elementos simbólicos que construyen las costumbres de la capital, del entramado urbanístico, de sus gentes…

Los lugares que transitas casi diariamente y, sobre todo, el espacio donde vives, determinan completamente tu concepción de la ciudad. No es lo mismo levantarse en una casa con luz en la periferia que despertarse en Lavapiés en un piso estrecho y con luz solo un par de horas al día, pero al lado de El Rastro.

La vivienda nos determina nuestros tiempos, nuestros trayectos y nuestra
percepción de hogar, al igual que nos determina el lugar donde trabajamos, en el que estudiamos y en el que nos tomamos un vermú.

Un aspecto en el que a mí me gusta detenerme es en los trayectos a los sitios. Cuanto más alejado vivas del centro de Madrid, los trayectos a los sitios serán mayores. Este tiempo que empleamos en ir de un barrio a otro, provoca un mayor distanciamiento con la urbe.

El espacio en el que vivimos queda diferenciado del espacio de trabajo y ocio. Percibiremos la ciudad con una connotación de mayor velocidad y ritmo que el barrio en el que vivimos (alejado de todo ese ruido pero también del lugar donde pasan cosas sin descanso).

Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)

Evidentemente, nuestra construcción mental también está enormemente influenciada por la cantidad de información gráfica y visual que recibimos constantemente.

Observar la ciudad a través de millones de imágenes, tanto actuales como pasadas, conforman una idea atemporal de una ciudad. La ciudad sigue su curso y nosotros tenemos la posibilidad de ver con mil ojos la ciudad en la que vivimos y la ciudad que vivieron los otros.

Es innegable la importancia de documentar una realidad cambiante. Porque una ciudad no es solo el entramado actual. Una ciudad es también su pasado.

El auge de lo audiovisual en los últimos años ha convertido a Madrid en un escenario cinematográfico usado constantemente por diferentes directores y artistas.

Cada uno de ellos escoge determinadas partes de Madrid y nos las muestra desde unos ojos que no son los nuestros.

Estas miradas diversas también construyen la imagen mental de nuestro Madrid.

Ejemplos claros de una mirada que piensa Madrid son directores cinematográficos como Pedro Almodóvar, Jonás Trueba o Carlos Saura o, el director de videoclips, Santos Bacana.

“Me gusta más pensar las películas como espacio que como trama o argumento”, dice Jonás Trueba. Jonás habla de la construcción de sus películas partiendo del espacio, de la ciudad. Es en los paseos donde él va descubriendo qué contar. Madrid se presta a ese vagabundear, a esa deriva.

La ciudad es casi infinita y da infinitas posibilidades de narración solo de la vida misma, de los encuentros, de las casualidades, de sus gentes, de su luz…

Por otro lado, Santos Bacana ha realizado todos los últimos videoclips del artista C. Tangana para su nuevo proyecto (llamado, además, ‘El Madrileño’).

Son numerosos los videoclips que han estrenado estos artistas en 2021, todos ellos dando una importancia vital al propio Madrid.

El arraigo y la recuperación de los elementos castizos, costumbristas y eclécticos de la ciudad están materializados en estos videos musicales.

Recuperan una imagen local y costumbrista de la ciudad, la re-significan y la filman. En estos videos podemos ver desde Las Vistillas hasta la Filmoteca, las Torres Blancas, el barrio de San Cristóbal, Plaza de España, la Plaza de Oriente, la Casa Carvajal… Diversas zonas y edificios, muy diferentes entre sí, dispuestos de manera elegantísima en planos fílmicos dignos de propio cine.

Y, desde luego, no podemos dejar de lado en nuestra construcción de Madrid las propias vivencias en la propia ciudad. Cualquier experiencia determina y sesga un espacio y un tiempo. Y eso es completamente inevitable.

Enamorarse en Madrid, emborracharse por Madrid, perderse por Madrid, sufrir desamor en Madrid, conocer a gente en Madrid, que te roben en Madrid, acudir a fiestas de cualquier barrio de Madrid…

Todas estas vivencias (y las infinitas que no se nombran) construyen en nuestra cabeza una ciudad llena de recuerdos, sonidos, olores, calles, personas, bares, esquinas, parques, flores, nombres de calles, luces…

El otro día en un bar escuché a una chica decir: «Desde que lo nuestro acabó para mí Madrid también se había acabado».

No podemos aislar los momentos, los recuerdos y los sentimientos y disociarlos de la ciudad. La ciudad es el escenario donde vivimos y no podemos obviarlo o separarlo. Es el espacio donde ocurren las cosas.

Madrid está ahí, con nosotros. Como unos ojos que observan de espectador, como una compañía más que tiene cabida en esos recuerdos que forman parte de nosotros. Y esta compañía se disfruta casi siempre en soledad, en silencio, en los trayectos, en los recuerdos.

Habiendo visto cómo se completa el círculo entre Individuo y Ciudad, comprendemos que el Madrid que se construye en nuestra cabeza es resultado de un proceso de aprehensión y percepción. Y que esta construcción mental nos transforma y conforma parte de nuestra identidad.

La mayoría de testimonios de la gente que ha vivido o vive en Madrid contiene un punto en común: en Madrid es fácil entrar, en Madrid es fácil sentirse del lugar, pertenecer, encontrar una casa. A nadie le cuesta sentir este espacio como suyo.

Madrid es un sitio de acogida. reencuentro, punto de unión, punto en común.

Por lo tanto, poco importa realmente el nacimiento o procedencia de todos los transeúntes de la capital madrileña. Ser madrileño es estar aquí. Es cruzar la ciudad y dejar que esta nos moldee y se fusione con nuestra identidad.

Es vivirla, pisarla, experimentarla y estudiarla asombrado.

Ser conscientes del Espacio que ocupamos, lo que aportamos a ese espacio y lo que este lugar hace de nosotros.

Vivir en Madrid es agotador, sí. Pero también un viaje infinito.

*Este artículo es un fragmento del reportaje La ciudad y la identidad, en el caso de Madrid.
Autora: Teresa Carril
Fotografía: Diego Lillo, Arthur Ribeiro, Teresa Carril