Editorial: Lazy Summer Girl
El verano como icono de libertad ha ido ganando durante años la posición a otra acepción de la estación, una en la que menos gente se fija: la del tedio de no tener absolutamente nada que hacer, de ver el tiempo pasar sin ninguna meta en mente, sólo el paso de un día tras otro, ese placer que al ser tan auténtico se convierte en culpable.
Frente a los grandes lujos del verano, pocas cosas pueden igualarse a la opulencia de ser dueño del tiempo propio y de decidir no hacer absolutamente nada con él, solo mirarlo desaparecer frente a tus propios ojos.