La moda como identidad cultural: los Paninaro en Italia

«Fashion provides one of the most ready means through which individuals can make expressive visual statements about their identities», Andy Bennett

 

En una sociedad que se define por la posmodernidad y la liquidez de sus relaciones, la moda se ha convertido en una commodity. La democratización del textil, además de llevarse por delante buena parte del tejido industrial, ha dado lugar a una paradoja. Por una parte la ropa, como elemento de consumo, ha perdido su valor añadido intrínseco. La masa -casi en un sentido Ortegaygassetiano del término- considera caro pagar más de 20 euros por unos jeans. Pero, al mismo tiempo, con un amplio abanico de opciones de las que tirar (e-commerce global, grandes cadenas textiles, imitaciones, Amazon…), la moda se ha convertido más que nunca en un elemento de reafirmación del yo identitario.

Ya a principios del siglo pasado, el filósofo y sociólogo George Simmel, uno de los precursores en lo que a estudio de los grupos y relaciones sociales se refiere, se dedicó a estudiar el concepto de la moda. Y lo relacionó con el de modernidad y generación de rasgos del yo. Incluso ya apuntó esa dualidad entre la necesidad de diferenciación y, a la par, la búsqueda de iguales mediante la moda (no querer ser igual que los otros, pero formar parte de la tribu).

Precisamente es el concepto de tribu, urbana en este caso, el que primero nos viene a la mente si hablamos de moda e identidad grupal. Y es que aunque el significado oficial del término subcultura haga referencia a las creencias y a los comportamientos, y el pegamento que aglutine a un montón de gente que no se conoce sea la cultura, la expresión exterior, el rasgo identificativo, es siempre la moda. Y hoy en día esto se mantiene: en una sociedad cada vez más en silos, la moda es lo constante.

Que la moda es mucho más que moda siempre ha sido así. Por poner ejemplos inconexos, en el siglo XVIII el motín de Esquilache prendió por la prohibición de la capa española y el sombrero de ala ancha, aunque el trasfondo de la cuestión fuese otro. En la Nación del Islam, el ‘Fruit of Islam‘ se distingue por lo impecable de sus trajes, que podrían ser considerados casi uniformes militares. En los 70, el Bronx era un hervidero de bandas que se identificaban por su reminiscencia militar, herederas de los conflictos bélicos del siglo XX que acabarían marcando la estética posterior del hip-hop. Y luego hay casos en los que la moda es simplemente eso: moda. Por ejemplo, los Paninaro.

Los Paninaro fueron un fenómeno puramente italiano, pese a su inspiración e influencias. En los 80, el país transalpino era una nación efervescente, por no decir muy loca. Los italianos siempre han tenido una capacidad especial para abstraerse de los problemas que le rodean y bailar mientras todo se tambalea a su alrededor. Pero en esta década, el contexto socioeconómico acompañaba. Atrás quedaron los 70, y con él los bautizados como años del plomo (en el que el país se vio sumido en una lucha armada callejera). Parafraseando a un ex-presidente nuestro: Italia iba bien.

Del mismo modo que la postransición española tuvo una gran influencia londinense, por ser hacia donde miraban los hijos de familias bien españolas, la década de los 80 en Italia tuvo una fuerte influencia estadounidense. Y fue ahí donde surgen los Paninaro. ¿Qué son estas personas? Jot Down publicó un interesante reportaje en el que explica este fenómeno en profundidad. Pero en un breve resumen: los Paninaro fueron un grupo de adolescentes de clase alta que se caracterizaron por tener una fuerte estética inspirada en EEUU y una ausencia absoluta de profundidad ideológica. Es decir, pijos italianos que vestían como yanquis.

¿Y de dónde proviene su nombre? Los Paninaro se comenzaron a juntar en un bar llamado ‘Al Panino‘ (panino es una especie de sándwich en italiano). Un movimiento tan naíf no podría nombrarse tras otra cosa que un bar de hamburguesas de Milán. Con el paso del tiempo, se mudarían al primer establecimiento de la cadena de fast food nacional ‘Burghy‘. ¿Y por qué se caracterizaban los Paninaro?

Lo primero que llama la atención sobre esta subcultura es su amor por los plumas (mayormente los Moncler), tanto en forma de abrigo completo como chaleco. Por supuesto, bien de colorido, en una especie de fenómeno como el que se produjo en Madrid con los Pedro Gómez. Las gafas, tipo Aviator o Wayfarer, eran heredadas de la cultura estética de Hollywood. En los pies, lo primero que llamaba la atención eran los bajos de los pantalones arremangados, lo que es tendencia actualmente. Y un poco más abajo, las Timberland, zapatos náuticos o Superga. En cuanto a marcas, no era raro verles con Levi’s (míticos 501), Best Company, Emporio Armani o las italianas CP Company y Stone Island. El medio de transporte del Paninaro (no olvidemos que era un movimiento adolescente) eran las motocicletas. Y sus referentes culturales el pop ochentero. Y era tal la influencia del lifestyle americano que parieron una especie de slang en el que el italiano y el inglés se fundían en algunos términos.

Pasaron los años y los Paninaro acabaron por morir, atribuible su defunción a una doble causa. Por una parte, los mismos que integraban este movimiento fueron creciendo y, una vez dejada atrás la adolescencia, no se podían permitir mantener ni ese estilo de vida hedonista ni esa estética incompatible con las carreras profesionales acomodadas a las que iban accediendo. Por otra parte, la explosión mainstream de este movimiento terminó desinflando la burbuja (el hype siempre acaba desapareciendo). No hay moda que dure eternamente.

Sin embargo, lo que no dejó de ser una corriente estética de un grupo de chavales de Milán (que se replicó a lo largo de toda la península italiana masivamente), tiene importantes y significativas ramificaciones. Por una parte, y como curiosidad, la escena casual o la generación chav comparte con estos Paninaro buena parte de su imaginario estético y gusto por marcas (por ejemplo, Stone Island). Sin embargo, en el caso de los segundos, esta querencia está completamente, no ya digamos despolitizada, si no carente de ningún trasfondo de contenido. Es tremendamente curioso -o mejor dicho, significativo- como dos movimientos antagónicos encuentran en lo aesthetic un punto de confluencia.

Y es que los Paninaro son uno de esos casos especiales en los que la moda es elemento de continente y contenido. El principio y el fin. Y fue tal su acierto estético que todavía hoy conservamos muchos de sus rasgos diferenciales. Long life the Paninaro.

Al Sobrino