La idea que nos viene a la cabeza cuando pensamos en los cocodrilos es la de una criatura voraz, agresiva, que cuando alcanza a su presa la destroza y engulle. La idea que nos viene a la cabeza cuando pensamos en el cocodrilo por antonomasia es bien diferente. Nos evoca elegancia, tradición, savoir-faire, la definición de lo chic. Según el contexto, un mismo concepto nos puede inspirar ideas y pensamientos radicalmente opuestos y disparejos. Y precisamente de inspiración viene cargada la última colección de Lacoste para la temporada otoño/invierno 2018-19. Para ser exactos, de la que infundieron René Lacoste y su esposa durante la Segunda Guerra Mundial con la consecución de su obra más personal: el Campo de Golf de Chantaco.
Durante tan trágica época, el matrimonio plantó en su propiedad más de 50.000 árboles con la ayuda de vecinos de la zona. Esta colaboración los salvó de tener que participar del conflicto que se estaba desarrollando en Alemania, gracias a una ley del momento que eximía de ello a los trabajadores forestales. Esta historia inspiró a comienzos de los 90 una colección plagada de motivos naturales y estampados botánicos y pastorales, todo ello integrado en el estilo golf de antaño.
Bebiendo de tan prolíficas fuentes, Lacoste nos presenta esta temporada una línea plagada de bosque, de paz y de esa sensación de que el tiempo no pasa en cada una de sus piezas. Unido además a su cápsula para la toma de conciencia respecto a las especies amenazadas que desgranamos aquí, la casa francesa nos invita ahora a reflexionar sobre la importancia de nuestro entorno y a empaparnos de todas las emociones que transmite con unas prendas que no podrás dejar pasar. Y que evocarán una hermosa nostalgia en el que las vista.
85 años ya de una historia que aún no se ha terminado de contar. Casi un siglo de una casa que no deja de iluminarnos con cada colección que presenta.
