Las probabilidades de encontrarse un Gen Z en un comercios como Humana han aumentado considerablemente en los últimos años. El mercado de segunda mano no solo se ha hecho más accesible, si no que se ha vuelto cool. Se ha visto un cambio notable en las tendencias de consumo de nuestra generación. A pesar de que Shein cada vez ocupa más espacio en nuestros algoritmos, los términos vintage o second-hand son ya conocidos para la mayoría de nosotros.
Se podrían argumentar muchas razones por las que el mercado de segunda mano se ha popularizado tanto, el thrifting (derivado del término anglosajón thrift, que significa buscar ropa de segunda mano) ya forme parte de nuestro vocabulario, y la Generación Z haya normalizado completamente la compraventa de prendas usadas. La búsqueda de artículos únicos en rastros, las frecuentes visitas a apps como Vinted, Vestiaire Collective o Depop, o el incremento de las ventas de ropa por kilo, están cambiando notoriamente el paradigma de la industria de la moda y, por supuesto, la percepción de las tendencias y del propio estilo.
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Las nuevas generaciones ya no tienen miedo al cambio, es más, les encanta, y su estilo es un apéndice más de un continuo afán por reinventarse a ellos mismos. Y es que no sólo han perdido el miedo a ser diferentes, si no que cada vez buscan más la autenticidad de sus outfits, y es que hay un atractivo en encontrar ropa que nadie tiene, el cual ha llevado a experimentar mucho más con la moda y a abrirse a nuevas (o viejas) tendencias, buscando romper definitivamente con la generación precedente.
Por otro lado, existe una tendencia entre las nuevas generaciones a ser mucho más conscientes que las anteriores, quizá por el papelón que les han dejado sus predecesores con el medioambiente, o por la eterna búsqueda del cambio con la que han nacido y crecido, la necesidad de adaptar su comportamiento para ser más sostenibles alcanza todos los ámbitos de su estilo de vida.
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Una nueva forma de consumo
Por supuesto, el proceso se ha acelerado gracias a las redes sociales, el aesthetic y sobre todo, al comportamiento consumista que caracteriza a la Gen Z.
Quien por ropa de segunda mano se refiere a montones de ropa vieja y dañada, probablemente esté bastante desactualizado sobre el panorama actual. De hecho, además de ofrecer artículos exhumados de los armarios de nuestras abuelas, el second-hand también ofrece productos de un pasado reciente, que en la mayoría de los casos incluyen artículos de escasas temporadas anteriores fruto de una compra mal pensada.
El boom del mercado de segunda mano también está democratizando el placer de estar a la moda al hacer accesibles artículos de lujo a un público cada vez más amplio, ya que podemos encontrar productos con un precio de venta al público original cuatro, cinco o hasta seis veces superior al mostrado en plataformas second-hand. Esto está despertando cada vez más interés sobre el reuse entre el público, lo cual a su vez ha derivado en que las marcas se estén involucrando y buscando en muchas ocasiones la manera de ajustar sus modelos de negocios a este comportamiento de compra.
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¿Y cómo deja esto al fast fashion?
Un nuevo report de Business of Fashion revela que el mercado de la moda de segunda mano está actualmente valorado en 130.000 millones de dólares de los 370.000 que suma el consumo total de ropa, calzado y accesorios, y ha predicho que en 2030 el mercado de segunda mano duplicará al del fast fashion.
Otras cifras interesantes son que en los últimos 3 años el mercado de segunda mano ha crecido 20 veces más que el del retail tradicional, sumando más de 33 millones de consumidores primerizos en el second-hand el pasado 2020 y, sólo en España, ha ahorrado 1.473.522 toneladas de emisiones de CO2 en el 2021.
Ahora queda preguntarse si esta tendencia de consumo se mantendrá en el tiempo o si su futuro quedará a merced de las próximas generaciones. Un cambio real u otra tendencia a la que recordar con melancolía. Aun así, aunque la industria de la moda sea todavía una de las más contaminantes del mundo, el mercado de segunda mano atisba pequeños rayos de esperanza para que, algún día, la moda pueda ser una industria sostenible e incluso beneficiaria para nuestro planeta.