Logo

Le Silver: Una historia de Italia

Publicado por el 31/05/2018 en Artículos
Todas las historias empiezan en Roma. Pero esta no va de gladiadores, ni de turistas americanas montadas en Vespa.

 

Fotos de Toni Brugnoli.
This article is also available in English.

Roma es muy grande. En la città vecchia viven unos tres millones de personas, repartidas en quince distritos (municipi) que se numeran del centro hacia fuera. El Coliseo, el Panteón, la Fontana di Trevi y todas las cosas de las películas caen en el Distrito 1. Los otros catorce suelen quedar fuera de plano.

Esta historia de las Air Max 97 va a contracorriente: quienes se apropian de la zapatilla son los chavales de los barrios obreros de la periferia, que se las ponen para pintar trenes y para bailar en raves ilegales, hasta que las convierten en uno de los símbolos de la (contra-)cultura juvenil de la Italia del primer Berlusconi. En los noventa, si eras un chaval de le borgate (así se llaman en dialecto romano los distritos empobrecidos del extraradio) no había mucho más que hacer que pintar, robar y modificar tu scooter. ¿Hip-hop? Qué va, no había internet.

Te bajabas a la piazza, te encontrabas con tus colegas y comentabas quién la había liado más. Al menos en su actitud, los borgatari estaban bastante más cerca del punk que del hip-hop de la vieja escuela. El escenario ayudaba: Roma fue la única capital europea en la que el metro no se limpió en 10-15 años. Eso sólo podía significar una cosa. Había que pintar.

En el mundo del grafiti, los trenes son el origen de todo y la disciplina más pura. Dentro del gremio, el riesgo se valora tanto como el estilo y, para pintar un tren, tienes que apañártelas para colarte en las vías, trepando, reptando o metiéndote por un respiradero. También tienes que evitar que te oigan (y que te huelan), y darte prisa, porque los de seguridad nunca andan muy lejos. Las multas son caras, y los trenes se suelen limpiar inmediatamente; es el precio que hay que pagar para que cientos de personas vean tu nombre moverse por toda la ciudad. «Se non hai mai fatto treni, sei un decoratore, sei un artista, non sei un writer» («si nunca has hecho un tren, puede que lo tuyo sea decorar, puede que seas artista, pero no eres grafitero»).

One (ZTK) y PANE (TRV), Estación de Ostia, 1996 [Vía]

El grafiti de la città vecchia estaba cambiando. Por primera vez en Italia, los writers se estaban montando su movida por su cuenta, independizados del rap y del breakdance. Los chavales nuevos (Rome Zoo, TRV, ZTK) eran más macarras: si no estaban pintando trenes, estaban en la grada del estadio de fútbol, o robando en las galerías comerciales de turno. Robar era muy importante. Los grafiteros de verdad no pagaban la pintura. Ni las zapatillas. Ni el anorak. Ni la moto. Habían leído las historias de los Lo Lifers en The Source y se habían obsesionado con la ropa técnica: North Face, Stone Island, ACG, Columbia, Berghaus…Entrar, pillarlo, salir sin que pitase. Vacilar después. Vacilar de cosas que no podías pagar, que no habías pagado. Una historia de aspiraciones.

Además, a pintar trenes no podías ir vestido como Raekwon: escapar de la policía en Timberlands y pantalones anchos no es lo más práctico. Los grafiteros europeos de los 90 fueron los primeros en vestirse de estrecho. Los chándals —Reebok, Umbro— y las Air Max —BW, 95— permitían ser ágil cuando hacía falta ser ágil.

Y en medio de toda esta espiral de adrenalina, aterrizan las Air Max 97.

Pasó lo que tenía que pasar. Entre lío y lío, los chavales se fijan en la silueta plateada del escaparate del Foot Locker de Via del Corso, y entienden que tienen que hacerse con ella. La Silver les representa. El diseño de Christian Tresser logra concretar en una zapatilla toda su subcultura de ostentación y transgresión. La 97 parece sacada de Barbarella, o de un poema futurista de Marinetti, es ofensivamente cara y perfecta para pintar: no se mancha de spray plateado, su sistema de cordones interno hace que se ajuste al pie, y la cámara de aire a lo largo de toda la suela amortigua las escapadas y las caídas contra las piedras de las vías.

¿Lo más importante? Brillan. El colorway original (el dorado no llegaría hasta 1999) combinaba con el plata de los throw ups de la nueva escuela, que estaba imponiendo su estilo de block letters, mucho más legible, por toda Roma. Además, como los trenes se limpian rápido, surge otro componente fundamental: la foto. La pieza es efímera, se pinta de noche, y hay un riesgo razonable de que nunca salga de la cochera. Sin foto no tienes nada. La cámara pasa a ser una herramienta casi tan importante como las latas de pintura. Pero no vale cualquier cámara, tiene que ser una cámara que se adapte funcionalmente a los riesgos del writer. Una cámara compacta, con flash potente y lente fija, abierta, que saque bien los colores. Primero, la Kodak Cameo; después, la Olympus mju (i y ii).

1997 fue un buen año para las cosas plateadas: le Silver y la mju ii, la point and shoot más icónica de Olympus. Los grafiteros romanos se dieron cuenta de que el 3M de unas y el flash de la otra se llevaban muy bien, y surge la foto: ojos rojos, cara tapada, la pieza detrás y agachados para que se vea bien el destello de las Air Max. Los grafiteros de 2018 se siguen haciendo este tipo de fotos (todavía con mjus, no les gusta el rastro digital ?). ¿El único problema? Que las zapatillas también brillan cuando te escondes debajo del tren y el de seguridad alumbra con una linterna. Pero el riesgo es una parte del juego inescapable, y, para los borgatari, hasta divertida:

«Cuando los seguratas nos perseguían, les gritábamos: ‘Dai!!! Dai!!! ¡Venid a cogernos!’. ¿Por qué? Pues porque nos habíamos pispado de que así se hacía en el resto de Europa. En Italia, nadie había visto nunca antes esta actitud.”
– Chob (THE, BBS, FIA, WMD), Le Silver, p. 28.

 

Shampo (Lords of Vetra), Línea 3 del metro de Milán, 1998. Foto tomada de Le Silver. Propiedad de Kaleidoscope Media. [Vía]

A veces, subían de Roma a Milán a robar 97s. En el Corso Buenos Aires estaba Giacomelli, una tienda de deportes que dejaba el stock en medio del local. Los writers entraban con zapatillas viejas, cogían la caja de su talla, se probaban las Air Max, dejaban las viejas en la caja y voilà. Silvers nuevas.

En Milán empiezan a pillarlo. Mind, Dumbo, Spice…Los grafiteros de Lords of Vetra y VDS entienden los códigos y son los primeros en asumir las Air Max 97 como símbolo propio, a juego con sus Hondas ZX Dio trucadas. Les sigue todo Milán. Y por todo Milán quiero decir todo Milán. Diseñadores de moda incluidos. Jugadores del Inter incluidos.

 

 

La capital de Lombardía es un sitio muy extraño. Te puede pasar lo que a Marcelo Burlon: llegar de Argentina a los 21 años, hacerte el rey de los club kids de la ciudad, y pasar de romper la fiesta los viernes por la noche a desfilar con tu marca en Pitti Uomo. El creador de County of Milan dice que su firma debe entenderse como una «batidora multicultural de moda, música, clubbing y belleza radical»; y es que, en realidad, la propia ciudad puede entenderse en esos términos.

Milán constituye un espacio único para que se encuentren los impulsos de las diferentes subculturas urbanas de Italia. En Milán como quizá en ningún otro sitio, la calle establece un diálogo directo con las grandes casas de moda, que, a su vez, devuelven un impacto inmediato a la calle. En 1997, el tema de la conversación estaba claro: todos se encuentran en torno a le Silver. Los gabbers se ven atraídos por su retrofuturismo y por la necesidad de moverse al ritmo de una música que cada vez iba a más BPMs. Los diseñadores jóvenes ven en ellas una reacción contra el minimalismo en la línea de lo que estaban haciendo Helmut Lang, Margiela y el resto de los belgas a finales de los noventa. Next thing you know? Giorgio Armani sale a saludar después de su show en la Fashion Week de Febrero del 98 en jersey de cuello vuelto, pantalón de traje ancho y Air Max 97 OG en los pies. Seis meses después, Dolce&Gabbana las usan en la pasarela de septiembre, y el resto es historia: Cannavaro, Materazzi, y detrás, todos los habitantes de Italia menores de treinta años, prácticamente sin excepción. En 1999, si no tenías le silver, no molabas ni en el pueblo más pequeño del Salento.

La fiebre duró hasta bien entrados los dosmiles, y nunca se ha apagado del todo. Desde 2016, vive una especie de revival impulsado por las ediciones limitadas de aniversarios y efemérides varias que invaden nuestros feeds. Pero eso no es lo importante.

Lo importante es que una historia tan grande haya empezado en los márgenes.

 

 

 

 

 

 

 

 

Todas estas fotos son de Toni Brugnoli (1990), fotógrafo analógico milanés. Su obra constituye una reflexión visual acerca de la cultura de la que se habla en este artículo. Poca gente explora los márgenes tan bien como Toni.

N. del A.: Lo del tren japonés de alta velocidad es mentira. Lo que inspiró a Christian Tresser en el diseño original de las 97 fueron los círculos concéntricos que hacen las gotas de agua al caer. Quizá al de Nike que lo pasó en las nota de prensa de la reedición del año pasado le traicionó su subconsciente y se acordó de los chavales italianos enamorados de los trenes que hicieron de la zapatilla lo que es hoy.

S/O a Unknos y a Layecla por el knowledge. Y a Clara por el hook-up.
Sé el primero en comentar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

"Yo no busco, yo encuentro"

Pablo Picasso