Sneakers y falsificaciones: la falsa realidad

Si hablamos de falsificaciones y zapatillas, podemos diagnosticar la enfermedad. Pero poner el termómetro y saber cómo de profundo es el asunto nos costará más. Independientemente de que puedan circular datos, cuantificar un negocio ilegal es, como poco, difícil y, previsiblemente, inexacto. Pero podemos tener una certeza: las falsificaciones están ahí.

Y es que según datos del informe de la Comisión Europea en 2013 (y en el global de la Unión Europea), se detectaron 591.154 (de 35.940.294 artículos totales) pares de zapatillas deportivas falsas en aduanas con un valor económico total de 41.855.500 €. Según otras fuentes (como este reportaje de El País de octubre de 2014) cifran en un 24 % los paquetes incautados por falsificaciones que contenían zapatillas.

Con esta premisa (sí, se compran muchas zapatillas falsas) ya demostrada, daremos otra también por cierta: las zapatillas están de moda. O más de moda que antes. Con lo cual, no es osado afirmar que los conocidos en los círculos de amantes de este género como fakes es algo que está muy presente.

Abordar la problemática de la adquisición de imitaciones nos lleva a hacerlo desde un punto de vista multitemático, porque es, a su vez, una realidad de muchas caras: sociológico, tecnológico, geográfico…

Kike Marina es la persona detrás de sz9.es con todo lo que ello implica: pionero y referente en el mundo del blogging y zapatillas, y uno de los mejores conocedores de este mundo en nuestro país. Hablamos con él sobre este tema y nos da la primera clave: “En los ciclos de la moda hay momentos en los que es más sencillo crear falsificaciones. En los 80 experimentamos un marquismo extremo en el que cualquier artículo con un logo gigante ya funcionaba. En los 90, sin embargo, hubo un momento en el que se premió la innovación. Nike en los 90 creó el Zoom o llevó Air Max hasta el extremo, mientras que los logos casi desaparecían. Imitar eso era complicado. Hoy, la verdadera innovación sigue siendo difícilmente imitable. No hay fakes creíbles de Flyknit o Boost, pero hacer uno de una zapatilla retro es relativamente fácil”.

INTERNET: UNA PUERTA A LOS FAKES

¿Robarías un millón de euros de un banco? Posiblemente no. ¿Robarías un millón de euros de un banco si te asegurasen que no tuviese consecuencia alguna? El porcentaje de ‘’ crecería exponencialmente. En ocasiones, la facilidad es la causa que justifica una acción.

En este caso, con el auge de redes sociales, la democratización del acceso a Internet gracias a la expansión omnipresente del smartphone o una mayor apertura hacia nuevas formas de e-commerce con una cultura receptiva hacia estas formas de compra son algunas de las causas que explican que comprar falsificaciones sea una puerta más accesible que optar por la versión original.

En primer lugar, desde cualquier punto del planeta es tremendamente sencillo acceder a la fuente directa desde la que manan falsificaciones. No es necesario acudir a una fábrica en algún país oriental. Webs como AliExpress permiten contactar y comprar directamente zapatillas no auténticas, que incluso en ocasiones realizan descuentos por grandes volúmenes. Esto da lugar a una especie de ‘mayoristas’ enfundados en la piel de un primo, compañero de trabajo, vecino o amigo.

A su vez, las redes sociales permiten contactar directamente con los potenciales compradores. Ya no es necesario grandes estructuras físicas para que exista una estructura virtual de distribución de fakes. Webs como segundamano.es o aplicaciones como Wallapop son también el escenario ideal para que el círculo siga girando.

Hablamos con Raquel Vieira, Brand Specialist. “Nunca he comprado falsificaciones pero sé que antes era toda una aventura como, por ejemplo, entrar en edificios sospechosos en Canal Street. Hoy en día en Facebook existen muchísimas páginas o ‘tiendas’ online que facilitan mucho el proceso. El hecho de que la gente no corra riesgos, como pagar multas de aduanas, implica que la compra de fakes esté aumentando exponencialmente”, explica.

LA CULTURA DE LA EXCLUSIVIDAD CONTRA LA CULTURA DE LA INMEDIATEZ

El coleccionismo de zapatillas se sustenta, en buena medida, en el componente de exclusividad. La dificultad de lograr ese par deseado y, a su vez, el halo de diferenciación que otorga al que calza dichas zapatillas es parte indispensable de este juego.

Ante una escena en la que comprar determinados lanzamientos requiere de un importante desembolso económico y, en otras ocasiones, incluso de contactos con las marcas, comprar una falsificación es la opción más sencilla. Es mucho más fácil comprar un fake que una versión original.

El coleccionismo, en el sentido estricto del término, tiene una serie de reglas, muchas variables, pero una de ellas casi sagrada: di no a las falsificaciones. Sin embargo, ¿cómo afecta la transformación de la escena, de algo casi dogmático y ceremonial a una simple moda o corriente estética?

Al igual que el gusto, las modas también son adquiridas. El deseo por adquirir unas zapatillas de retrorunning en color menta o salmón viene, en muchos casos, por una exposición a ese modelo. Cuanto más veo una zapatilla, más puede llegar a gustarme y desearla hasta llegar al punto de hartazgo, claro está.

Desde hace unos años, se ha creado el caldo de cultivo para que el mundo sneaker explote. Un campo eminentemente estético tiene en redes sociales, como Instagram ahora (o Tumblr antes), el escenario perfecto para desarrollarse. El consumo cultural audiovisual hace que, por ejemplo, la exposición a un determinado estímulo pueda ser infinita. Al que le gusten las zapatillas a un nivel aficionado puede encontrar en redes sociales una fuente inagotable de información liviana. Podemos ver millones de imágenes de zapas a un simple toque de dedo.

Para Raquel “las redes sociales hacen con que estés más conectado y, consecuentemente, seas rápidamente influenciable. Antes tardabas meses en hacerte eco de una tendencia; ahora gracias a una magnifica campaña de PR -con miles de fotos de bloggers, modelos y gente effortlessly cool- pasas de desconocer una zapatilla a desearla en un minuto. Basta una foto. Internet ha cambiado las reglas del juego”, resume.

La industria de las zapatillas ha ido también consolidándose en los últimos tiempos, en parte gracias a este fenómeno. Pese a algunos cierres producidos durante los últimos años, crecen las tiendas especializadas y los establecimientos generalistas que disponen de cuentas para comercializar determinados pares también va en aumento. Desde hace unos años, han ido floreciendo foros sobre esta temática, blogs y medios especializados, tuiteros, la explosión del mundo blogger… El sector del coleccionismo ha ido ganando en salud y notoriedad en los últimos años.

Esto, además de las ventajas positivas, ha implicado un incremento del coleccionista casual. O aquel al que simplemente le gustan las zapatillas y punto, y que no se plantea si comprar un par falso es bueno, malo o regular.

Las redes sociales y su inmediatez provocan un consumo más rápido. Una mañana te levantas y todo el mundo en Instagram tiene la misma zapatilla que hay que tener. Algunos ven normal gastarse la mitad de su sueldo en unas zapatillas y otros acaban comprando fakes. Quizás sean las dos caras de la misma moneda” resume Kike.

¿TIENEN EDAD LAS FALSIFICACIONES?

O mejor dicho, ¿tienen edad los compradores de falsificaciones? La respuesta seguramente sea sí. Por ejemplo, unas generaciones jóvenes hiperconectadas (es decir, con acceso aquí y ahora a la principal fuente de adquisición de este tipo de material), con un menor nivel adquisitivo al depender económicamente de sus padres y en una edad en la que el componente imagen y autorrealización es esencial, puede justificar una mayor presencia de zapatillas falsas entre los adolescentes.

¿Y género? ¿Existen diferencias en el consumo según hablamos de hombres o mujeres? Es cierto que el mundo del coleccionismo de zapatillas está dominado, tradicionalmente, por hombres. Sin embargo, ¿cómo afecta todo esto a la compra de zapatillas falsas?

Respecto a la segmentación, Raquel no lo achaca “a targets. Internet lo pone todo muy fácil y cualquier persona lo puede hacer. No creo que se pueda hacer una segmentación psicográfica, pero sí que creo que los millennials son la generación que más compra: no tienen prejuicios, dominan Internet y están broke”.

Por su parte, para Kike: “el comprador consciente es alguien que no le da demasiada importancia a todo lo que hay detrás de una zapatilla. Simplemente ve algo y lo quiere. No creo que alguien con un conocimiento profundo prefiera un fake. Aunque no pueda basarme en datos reales, todo me lleva a pensar que los adolescentes reúnen una serie de condiciones perfectas para convertirse en compradores de este tipo de material”.

Desde un punto de vista legal y de respeto a todos los actores de una industria (que no olvidemos también ha sufrido con la crisis, como demuestra el cierre de tiendas míticas que ha tenido lugar en España en los últimos años) la falsificación de zapatillas es un delito y está fuera de toda duda. Sin embargo, como todo en esta vida, casi todo puede tener una segunda interpretación y dar cabida a opiniones divergentes. O, por lo menos, a la ausencia de juicios de valor. Así lo explica Raquel:

Yo sería incapaz de calzar unas zapatillas falsas pero consumo una gran cantidad de películas y series de forma ilegal… Si lo pienso mucho me siento incluso un poco hipócrita. Así que prefiero no hacerlo mucho y no juzgar a los que compran zapatillas falsas”.

Kike Marina concluye sobre un posible beneficio que la venta de fakes pueda tener: “Que las zapatillas estén de moda no está provocando que se sepa más de zapatillas. Entre los cientos que se compran una zapatilla porque está de moda, tengo la esperanza de que un puñado se pregunte ¿quién será ese Stan Smith de la lengüeta de mi zapatilla?