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Verano verde by Patricia Valley

Publicado por el 26/06/2019 en Editoriales

 

El pasado domingo, empezó el verano.

Se podría decir que una persona sabe esto por razones obvias: los meses dejan de tener “R”, el tiempo cambia, la gente está más alegre, pronto llegará a las oficinas el horario de verano, los niños no tendrán colegio, las playas se llenarán y las ciudades se quedarán a la espera de todas las historias que el verano trae.

Se podría decir que una persona sabe que el verano llega por esas razones; sin embargo, si sólo fueran esas, no podríamos decir que esa persona fuese una mujer.

Una mujer sabe que el verano llega porque los meses dejan de tener “R”, porque el tiempo cambia, porque la gente está más alegre, porque en las oficinas se instala el horario de verano, porque los niños no tienen colegio, porque con suerte se irá a la playa y porque además, se multiplica el número de acosos que recibe.

Yo soy mujer, yo sé todo eso.

Este año, el verano llegó para mí el día 9 de mayo de 2019. No importa si aún no se ha producido el solsticio porque, para muchas de nosotras, el verano se presenta siempre con el mismo suceso –aunque en sus diferentes formas y modalidades–, marcando así el inicio de la época estival a golpe de: pitidos de claxon, gritos, groserías, onomatopeyas (para los más tímidos) etc. Y ésta es sólo la versión para todos los públicos.

Hoy (ese día) estaba tomando el sol en bikini en un parque; en uno de esos donde todo el mundo toma el sol. Sí, necesito justificarme diciendo que no era la única porque, como mujer, me han enseñado a justificarme por casi todo. Sí, necesito decir que no soy la única valiente, atrevida, sinvergüenza, guarra que se pone a tomar el sol en 2019 en un parque y también necesito decir que no todos los cuerpos que se tostaban bajo el sol eran del género femenino.

Justo hoy, debía ser el primer día del año y casi de mi vida en el que no había nadie más tomando el sol cerca de mí en ese parque.

Hace años, cuando entendí que en Madrid si no tienes jardín/terraza/piscina en verano estás jodido, empecé a ir a los parques y tomaba el sol en bikini. También cuando hace años empecé a salir a correr en verano, llevaba un TOP y un pantalón corto. Todo el mundo sabe cómo es el calor en esta ciudad durante el verano y que todo sobra. (Justificación número dos).

De ahí, empecé a aumentar, de forma ocasional, el número de prendas dependiendo de los últimos acontecimientos. Y así, pasé a tomar el sol con pantalón corto o vestidos, y a correr con una camiseta de tirantes encima del top. Un aplauso para el 2019.

Ese día, fue uno de esos días en los que fui la valiente, atrevida, sinvergüenza y guarra que hace años llegó a Madrid y tomaba el sol solo con el bikini. Fui a ese parque, puse mi toalla, me eché crema solar, me puse las gafas de sol y me tiré boca arriba con los auriculares para escuchar música. Pensaba en lo afortunada que era por poder estar teniendo ese rato disfrutando del sol, y escuchando a Charlotte Day Wilson. A mí me hace tremendamente feliz estar bajo el sol, no puedo decir cuánto, creo que ni siquiera se puede cuantificar.

De repente, me pareció oír unos gritos. No les hice mucho caso hasta que de repente noté frío; como cuando una nube tapa el sol, como cuando algo no va bien. Al abrir los ojos, vi a un hombre encima de mí rodeándome de pie con sus piernas y sacándome una foto.

Me quité enseguida los auriculares y seguí oyendo a ese hombre que a lo lejos me avisaba. Me puse nerviosa, pero no tanto como otros veranos. No recuerdo cuándo empecé a hacer mis propios solsticios a golpe de hogueras de rabia pero ya hace bastantes.

Al final, el tipo se fue bajo el sermón en bucle de “yo no he hecho nada” y yo me fui pensando que lo mejor era reservar un poco de energías y dosificar los enfados, que aún queda todo el verano.

Podría escribir, como tantas mujeres, una por una las cosas que me han pasado desde que tengo uso de razón y sería agotador y tremendamente desagradable.

Podría deciros que una vez, una persona me dijo que yo lo quería todo: quería ponerme en bikini en un parque, (como quien lleva una falda por la calle) y que no me pasaran estas cosas. Que eso era como si me gustase beber alcohol pero no tener resaca.

El problema es que en una sociedad donde una sustancia como el alcohol que mata a miles de personas cada año se compara al cuerpo de una mujer que es el hogar de toda la humanidad, no puede haber veranos, ni inviernos, ni primaveras. No puede haber futuro.

(Aquí, algunas fotos que mi amigo Borja me hizo hace poco en bikini, en verano)

 

Texto: Patricia Valley
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Pablo Picasso