Japan Punch (Issue 003): Kensuke Ishizu, el padrino de la moda

by Al Sobrino
Japan Punch es una serie inspirada en todo lo que Japón ha inspirado. Moda, cultura, estilo de vida, tendencias, tradición. Lo que sea necesario. Un viaje cultural y digital hasta y por el país Nippon. Japan Punch Issue 001, Japan Punch Issue 002.

 

¿Quién es el padrino o madrina de la moda? Es decir, aquella persona a la que debemos los preceptos por los que nos regimos, en lo relativo a la estética, hoy en día. ¿Podemos responder esta pregunta? El primer impulso sería, seguramente, ser incapaces de dar un nombre. Los caminos de la moda son lo suficientemente enrevesados como para que un solo responsable cargue sobre sus hombros tal honor. Pero si damos por buena la hipótesis sostenida por W. David Marx en su Ametora (Basic Books, 2015) -es decir, que EE.UU. influenció la moda japonesa y ésta a su vez es ahora la geografía que lidera globalmente-, sí que podemos aventurarnos, y lo haremos. Así que, en este artículo, hablaremos de Kensuke Ishizu, predicador de la estética Ivy League y fundador de VAN Jacket, entre otros méritos.

Antes de todo eso Ishizu (Okayama, 1911 – 2005)  fue un joven japonés obsesionado con la moda occidental, nacido y criado en el seno de una familia acomodada que se dedicaba a la producción papelera. Kensuke fue un producto de su tiempo y sus circunstancias. Nacido recién finalizada la era Meiji (que supuso la modernización absoluta del país y el aperturismo de la nación Nihon), Kensuke vivió varias vidas en apenas los primeros compases de su existencia. Desde una frenética juventud estudiando en la Universidad de Tokyo, el hastío tras volver a su ciudad natal y ponerse al frente de la empresa familiar, hasta trasladarse a China. Primero durante la ocupación imperial, tiempo en el que trabajaría en una tienda de ropa, y luego durante la ocupación norteamericana, cuando entraría en contacto con militares estadounidenses (más en concreto, haría especial amistad con el teniente O’Brien) y lo más importante: conocería de primera mano su moda. Fue el primer acercamiento de este japonés con el universo Ivy.

Ishizu volvería a Japón, en donde trabajaría en el sector textil tomando su experiencia acumulada en el pasado. Primero como asalariado, luego liderando su propio proyecto, el ya ahora diseñador apostaba por ropa ready-to-wear (en un país en el que ese concepto no existía), con una clara influencia occidental y, más concretamente, por el traje (que todavía no gozaba de popularidad en el país por aquel entonces). Kensuke, sin ser explícitamente consciente, estaba ya intentando introducir la moda Ivy en Japón.

Comenzada la década de los 50, el empresario textil tenía claro que necesitaba un mayor empuje comercial y, por ello, se decidió a cambiar el nombre de su empresa y bautizarla como VAN Jacket. Pero no terminaban aquí sus esfuerzos en materia de PR y marketing. El principal problema al que se enfrentaba VAN era que el público masculino, al que iba dirigido, no tenía un especial interés por la moda más allá de la ropa como solución funcional. ¿Cómo solucionar esto? Kensuke tenía claro que necesitaba evangelizar a las masas y para ello cruzó su camino con la revista Otoko no Fukushoku (que se acabaría llamando Men’s Club), en donde comenzó a escribir artículos -tantos que también tuvo que emplear varios alias para firmar sus piezas- en los que introduciría de forma sutil la presencia de VAN Jacket. Branded content décadas antes de que se acuñase el término.

Pero la mera existencia de esta revista (surgida en 1954) no sería suficiente para trasladar lo que existía en la mente de Kensuke a las masas. Ante esta situación, en 1959 el japonés visitaría Princeton, universidad de su amigo militar O’Brien, y allí entraría en contacto -de forma real, tangible y en vivo y en directo- con la moda predominante en la Ivy League. A partir de ahí, ya metidos en la década de los 60 y con Ishizu sabiendo lo que buscaba, VAN Jacket inició la producción de colecciones con una clara inspiración Ivy.

Aunque su importancia fuese capital, la irrupción de la estética Ivy en Japón no corresponde sólo al protagonista de este artículo. Mucho más que un mero medio de propaganda, el trabajo desarrollado desde Men’s Club sería indispensable, así como otras revistas como Heibon Punch, a la hora de dictar a las juventudes nipones del momento el ABC de la moda. O la aportación de nombres como el de Toshiyuki Kurosu, editor también de Men’s Club y que fue el gran connoisseur del mundo Ivy League de manera casi autodidacta. Precisamente Kurosu sería compañero del hijo de Kensuke y colaboraría con VAN en el lanzamiento de su colección Ivy. 

Contrariamente a lo que pueda parecer, la irrupción de la estética Ivy en Japón no fue bien recibida por el público más conservador y las autoridades. La presencia de decenas de jóvenes en las calles, ataviados con prendas occidentales y cortes de pelo poco comunes (por aquel entonces), en lo que sería una especie de tribu urbana, fue visto con recelo por la policía, que se dedicaba a perseguir a estos adolescentes que parecían salidos de Harvard, pero merodeaban el barrio tokiota de Ginza. 

Ante esta situación, Kensuke llegó a colaborar con el gobierno local y las fuerzas del orden, pero no se detuvo ahí. Para legitimar la corriente Ivy y dotarla de seriedad, decidió que era necesario mostrarla en su totalidad y documentarla. Al fin y al cabo, se trataba de chavales obsesionados con la moda de las universidades americanas. Para ello, se organizó un grupo de trabajo junto a personal de Men’s Club y VAN, que recorrerían una selección de Universidades Ivy con el objetivo de elaborar un libro y un documental sobre este fenómeno. Las dos piezas se bautizaron como ‘Take Ivy’.

El libro, con las fotografías de Teruyoshi Hayashida, se acabó convirtiendo en un objeto de culto hasta el punto de que fue reeditado en 2010, saliendo de Japón por primera vez. Curiosamente, el viaje de producción estuvo no exento de anécdotas, siendo la más destacada las dificultades que se encontraron sus autores para retratar con fidelidad la estética que buscaban. ¿La razón? A mediados de los 60 los jóvenes estadounidenses, sumidos en plenos años de contracultura y el movimiento hippy, no destacaban por lucir indumentaria Ivy, ni siquiera en las propias Universidades de esta liga. En cualquier caso, el documental se estrenó en 1965 y fue un éxito, teniendo en cuenta que cumplió con su objetivo de convertir el movimiento en una corriente aceptada, seria, respetada y con éxito comercial.

Por supuesto no es todo positivo en esta historia. Con el paso del tiempo lo Ivy perdería peso en las calles japonesas en favor de otras corrientes (como, primero, la influencia de la estética heavy duty, el ya mencionado movimiento hippy, el rock&roll, la explosión del denim…), aunque volvería en repetidas ocasiones al cabo de los años. Sin embargo, VAN Jacket acabaría declarándose en bancarrota y con ello finalizó la presencia de Kensuke Ishizu en la escena japonesa de la moda, aunque no así su legado. Sin su existencia y su empecinamiento en elevar la moda masculina en Japón no habrían aparecido toda esa generación de superdiseñadores japoneses (como Junya Watanabe o Yohji Yamamoto), proyectos como BEAMS o retailers como UNIQLO (cuyo fundador, Tadashi Yanai, trabajó en VAN Jacket). Y, en definitiva, no habría cambiado el estado mental de todo un país, pasando de ignorar por completo la moda masculina a redefinir mediante su gusto la estética global.

La información aquí recogida se basa en el libro ‘Ametora: How Japan Saved American Style’, de W. David Marx.