Me enteré del confinamiento cuando estaba en el parque que ahora miro de lejos. Eran 15 días de soledad total y encierro a los que hoy ya no sé qué tasa exponencial le han aplicado. La obligación de la experiencia me agobió, aunque vi una oportunidad para usar el tiempo de una nueva y única forma. La incertidumbre del final que siempre seguía tan lejos me llevó por una ciclotimia de interés, creatividad, enojo, sensibilidad, insomnia, entereza y contracturas de la que hoy, sobre el aparente inicio del fin, creo estar orgullosa de haber atravesado.
Reuní en estas líneas algunos estímulos que me resultaron bastante placenteros durante este Vipassana impuesto y se constituyeron como pequeñas estrategias de supervivencia moderna:
1- Zumo de apio por las mañanas: lejos de fanatismos fit, adopté un hábito verde que, placebo o no, me gusta. Apio o apio con pepino todos los días. Sumar wakame y espirulina es buena idea.
2- Rituales de inmersión. Larguísimos baños con vino, tabaco y música. A la brevedad voy a conseguir una tabla para incorporar escritorio, lectura y alguna flor.
3- Repetir películas que ya vi: Eyes wide shut, La Celebración, Buffalo 66. Y otras no había visto y me gustaron: In The Fade, Safe, Snowpiercer, Tesnota.
4- Documentales acorde a la era: Plandemia, La Doctrina del Shock.
5- Releer: Los Paraísos Artificiales de Baudelaire, Chroma de Derek Jarman, The Woman Destroyed de Simone Beauvoir. Y leer nuevos: Después del Rock de Reynolds, Sabotaje amoroso de Amélie Nothomb y The Year of the Monkey de Patti Smith.
6- Escribir. Terminé y traduje mi poemario “El Cisne Dorado”, a presentar este mismo año. También avancé mucho con mi novela, que tan entusiasmada me tiene.
7- Lanzar la web de Exquisite Corpse, mi marca de happenings gastronómicos junto con Clara, mi amiga chef. Y la definición de las dos ediciones de este año para noviembre en Madrid y diciembre en Berlín.
8- Encontrar la proporción perfecta de un buen Bloody Mary.
9- Descubrir que (a vinotecas cerradas) puedo comprar vinos en el supermercado. Por ejemplo, Habla la Tierra (blend de Tempranillo, Syrah y Cabernet Sauvignon), Habla del Silencio (blend de Syrah, Cabernet Sauvignon, Tempranillo y Cabernet Franc) y Martin Codax (Albariño)
10- Aprender a prender el horno. Me di cuenta que era sólo un botón.
11- Videoclips y conciertos. A veces motivo de maratones hasta las 7 de la mañana. Los Stones en Texas en el 78, Keith Richards con Struggle en el Hollywood Palladium en el 88 son dos imperdibles.
12- Comportamientos (a)sociales y amor. Rechacé esos Zooms multitudinarios y me dio fobia salir a las 20 cuando finalmente se pudo. Prioricé, como pude, sentirme cerca de los que más quiero. Nació mi sobrina y miré muchas fotos viejas de mis amigos que tan lejos están ahora.
13- Otros hábitos. Pinté, tomé whisky, no fumé tanto, logré tomar más agua. La lista de comportamientos y costumbres podría extenderse casi como los días de esta cuarentena. Lo bueno, lo neutro y lo malo fue manteniéndose y mutando hacia una transformación post encierro.
No todo tiene que volver a ser como antes. Si muero por tomar un avión y dar y recibir algunos abrazos.