Desde su concepción, Buscemi lleva el lujo en su esencia. Con una filosofía extrema e impropia de una empresa de moda al uso, se le considera una de las marcas de referencia del sector. Esto no se debe a su flujo de caja o sus millones de clientes, sino a su particular visión del negocio.
En 2013 salió a la luz la primera obra del diseñador y fundador de la compañía Jon Buscemi. Fue una zapatilla llamada 100MM –debido a su altura–, la cual se ha convertido hoy en día en icono de la marca. Su inspiración proviene del clásico bolso Birkin de Hermès que, reimaginado, da vida a una sneaker que se agotó en cuestión de horas en su lanzamiento hace 6 años. Su estilo es más próximo a la marroquinería, ya que cuenta con un cierre y hebillas metálicas, y su característica pieza trasera es similar al asa de un bolso. Estos elementos, combinados con unos materiales de primera calidad y un proceso de fabricación semi artesanal, permitieron que las primeras 600 unidades de la 100MM se agotaran a pesar de su prohibitivo precio (890 dólares).
Tras un éxito tan rotundo, el boca a boca hizo de las suyas y este producto llegó a ser muy codiciado tanto por consumidores como por coleccionistas. Pero esto fue solo el comienzo. Jon Buscemi quiso ir más allá y, con la convicción de que alguien pagaría por ello, creó un par especial de las 100MM recubierto con diamantes de 11,5 quilates para conmemorar la apertura de una nueva tienda en Nueva York. Quedó patente que el dinero no es un problema para el consumidor habitual de la marca americana, ya que una persona cuya identidad no ha sido revelada pagó 132.000 dólares por dicho par de zapatillas.
Esta astronómica cifra puso de manifiesto que la estrategia de exclusividad y elitismo que se estaba llevando a cabo daba sus frutos. El poder económico te puede conseguir cosas que nadie más tiene y hacerte destacar en cierta forma por encima del resto. A pesar de ello, hay intangibles que no se compran ni con todo el oro del mundo. Por ejemplo, ser la persona que se gastó más de 100.000 dólares en unas sneakers recubiertas de diamantes. Cuando tienes billetes por castigo y está al alcance de tu bolsillo absolutamente todo lo material que puedas imaginar, este tipo de simbolismos adquiere gran valor.
Como ha repetido en diversas ocasiones el fundador de la marca: “Que absolutamente todo el mundo con mil dólares puede comprarse un par de zapatos Givenchy deja de ser lujo”. Y es que la filosofía de la compañía es diametralmente opuesta a la de otras como Gucci o Chanel. En lugar de expandirse por las avenidas principales de las grandes capitales –cosa que también han hecho–, Buscemi prefiere mantenerse más pequeño, más real y, sobre todo, más exclusivo.
El valor de esta empresa no está en sus productos –como bien se está viendo en este artículo en el que solo he hablado de unas sneakers de su catálogo–, sino en la imagen que se han labrado con el paso de los años y la potente idea que tienen detrás. La marca podría devaluarse si aumentaran la producción enormemente. Si fabricaran 10 veces más zapatillas, a pesar de que es posible que se vendieran, la exclusividad que lucen con orgullo desaparecería. En mercados tan elitistas en los que el dinero no supone un problema, el consumidor debe recibir algo que le haga decantar su balanza. Y esto pueden ser detalles, experiencias o bien hacerte sentir un privilegiado por llevar en los pies una de sus creaciones.
Al ser una empresa enfocada a un público con un poder adquisitivo altísimo, a menudo se ha cuestionado la moralidad de este tipo de negocios. ¿Es ético gastar tanto en un producto? Siempre van a existir diferentes visiones de un mismo tema. En este caso, ambas se pueden resumir parafraseando uno de los momentos que más revuelo causó en las redes en 2018, el beef entre C. Tangana y Yung Beef. Por un lado, la frase del madrileño: “hay cosas que no se compran con dinero”. Por otro, la respuesta del antiguo miembro de PXXR GVNG: “el que tenga más cosas cuando se muera, gana”. Cada cual es libre de enfocarlo como crea conveniente.
A pesar de este eterno debate, la compañía ha demostrado que es posible crear un modelo de negocio diferente, respetando la filosofía que el diseñador americano estableció en 2013. Apoyándose siempre sobre unos marcados ideales y siguiendo unas claras directrices, Buscemi ha demostrado que pueden seguir vendiendo si duplican o triplican el precio, ya que gran parte de sus clientes ni siquiera miran la etiqueta y, sobre todo, que el mensaje que se comunica es mucho más importante que el medio por el que se transmite, que en este caso son unas zapatillas.